miércoles, 2 de julio de 2014

Gran espada

La siguiente reseña gira en torno a la serie de anime. Si bien algunos elementos clave permanecen, la complejidad y los desenlaces son muy distintos e infinitamente mejores en el manga. En los sitios de lectura on-line, se ha traducido hasta el capítulo 152 (julio de 2014). 
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Conocí la serie de Claymore por pura casualidad. Conocí la historia de mujeres guerreras mitad humanas, mitad monstruo que se encargan de eliminar a los depredadores de la raza humana. Las llaman “Claymore” debido a que empuñan enormes espadas o “Brujas de ojos plateados”, por el terror que provocan.

Adoré la historia creada por Norihiro Yagi porque cada personaje tiene su propia historia de sufrimiento y supervivencia en un mundo donde las mujeres por lo general son ignoradas o temidas y aborrecidas (¿hablamos de otro mundo?).

Las niñas sobrevivientes a los ataques de los youma quedan huérfanas o son abandonadas; algunas de ellas son vendidas a unos hombres de negro y éstos las llevan a un lugar especial en el este del continente. Ahí les abren el cuerpo y les insertan carne monstruosa en cada recoveco (si la prospecto piensa en proteger su cuerpo, puede convertirse en una guerrera de tipo defensivo y podrá regenerarse con facilidad; si, por el contrario, piensa en matar a sus enemigos, podrá ser de tipo ofensivo y tendrá problemas si llegan a desmembrarla). Las que sobreviven al proceso, pierden el color de sus ojos y su cabello y entonces empieza un entrenamiento que se fundamenta en tortura física y psicológica. Al despojarlas de su humanidad, las transforman en objetos sin conciencia: herramientas desechables. Así ha sido por generaciones. Antes también había guerreros hombres, pero no sirvieron  porque se dejaban llevar con mucha facilidad. La prueba y el error demostró que sólo las féminas lograban controlar por más tiempo el impulso de rendirse al dolor, al placer, al hambre, al deseo de despertar lo más bestial dentro de sí. 

Hay una relación muy estrecha con sus cuerpos, así que la sangre, la mutilación y la tortura física no son aspectos desconocidos: como “hembras”, sangrar es una actividad natural; como madres, compartir carne y sangre también implica la deformación o incluso la pérdida de una parte del cuerpo; como mujeres que nacen en un mundo brutal, el dolor de ser abusada es una trágica realidad para muchas. 

La Organización a la que pertenecen busca alienarlas de un mundo complejo, de manera que establecen una sola regla: “No importa cuáles sean las circunstancias, una guerrera no puede interferir en asuntos humanos. No puede matarlos. Si lo hace, será ejecutada por sus compañeras.”

Compiten y deben matarse entre sí en caso de que sea necesario. Según dicen, es la única prueba de su lealtad a la facción humana… ¿Será?

La de la Débil Sonrisa sólo recobró su humanidad hasta el momento en que salvó a una niña pequeña; se percata de que el mundo no es puro blanco y negro, que la mayoría de las veces el peligro viene del Hombre, que el poder debe usarse para proteger, que la solidaridad y el amor son la llave para la felicidad (por breve que ésta sea). Por ejemplos como este, un miembro de la Organización declara: “Las mejores guerreras son las que mueren pronto... Si viven demasiado, empiezan a pensar cosas peligrosas.” Qué elocuente.

Todas las guerreras se parecen físicamente, en verdad, y podemos atribuírselo al estilo del autor. Pero entonces, ¿qué las distingue? Sus nombres, sus personalidades, sus discursos, sus símbolos… son únicos. Más allá de las miradas homogeneizantes hay una vasta pluralidad de perspectivas: algunas se volvieron soldados obedientes y sumisos, otras se volvieron sádicas y arrogantes; unas se hicieron miedosas y no tardaron en morir, otras se convencieron de que debían proteger a otros.

Como quiera que sea, si quisiéramos encontrar el eje principal de una historia tan extensa, bien podría ser la palabra “nakama”, que significa “compañera”, “camarada”, pero también “amiga”, “hermana de circunstancias”. No se identifican a partir de su sexualidad, sino por sus historias; viven tragedias similares y comparten el mismo miedo, la misma tristeza, el mismo deseo de seguir con vida. 

A pesar de los esfuerzos de la Organización, ellas hablan entre sí, se reflejan en los ojos de las otras, piensan, recuerdan, anhelan recuperar lo que han perdido y, ya que no pertenecen al "mundo humano", sólo pueden lograrlo  juntas como hermanas, hijas, madres, amigas... Miria lo hace cuando protege a sus subordinadas, Irene lo demuestra cuando se solidariza con la misión de Clare, Helen lo revela cuando grita que tener miedo a morir es parte de ser humanas… y el mejor ejemplo lo ofrece Jean, la de la voluntad más fuerte.


Pero esa Organización no puede ser eterna, no si sigue creando guerreras de inmenso poder a las que no despoja de mente y corazón propios. Algunas de ellas seguirán haciendo preguntas, investigarán el verdadero propósito de la guerra, pensarán que ya es suficiente y se darán vuelta con sus enormes espadas listas para hacer lo que hacen mejor.

La mayoría de las personas que me han dado fuerza son mujeres. No existen las casualidades.